miércoles, 29 de septiembre de 2010

A FAVOR DE LA HUELGA GENERAL


En este intercambio de pareceres libres y respetuosos que es el objetivo de nuestra Tertulia, no podíamos hoy obviar el tema de la huelga general.

Con absoluto respeto a todos los pareceres del resto de contertulios, ahí va el de este modesto Avisador:

La situación de bienestar de la que, en términos generales, ahora gozamos en occidente, no nos fué dada de la nada ni nos cayó llovida del cielo. El poder gozar hoy en día de las derechos humanos, políticos y sociales que tenemos se debe al esfuerzo y sacrificio de muchas generaciones que nos precedieron, con precios muy altos que llegaron en más casos de los deseables hasta su propia vida.



Si por los detentadores del poder fuera, en el día de hoy estaríamos como en el siglo XIX, con funestas épocas en que los trabajadores no tenían ningún derecho y sí muchas obligaciones, para que el esfuerzo de las mayorias solo sirvieran para el beneficio de las minorías. Parece ser esa la senda a la que nos tratan de volver los sectores representados por la patronal, cuya imagen, la verdad, es muy poco edificante.

Ahora que comenzamos las celebraciones de las discusiones de los diputados de Cádiz de 1810, que culminarían con la Constitución de 1812, bien haríamos en reflexionar sobre el porque, el como y el en que terminó de aquel proceso.

Muchos son los motivos que se pueden aducir para no apoyar la huelga y para estar en desacuerdo con la actitud y la evolución y la oportunidad de los sindicatos (considerando también que son un elemento consustancial a la democracia), pero no olvidemos que cuando el poder involuciona y nos trata de hacer involucionar a los demás, a los ciudadanos solo nos queda eso, la dignidad de ser ciudadanos, y es en reivindicación de esa dignidad, sin consideraciones finalistas de eficacia, por lo que yo me uno a la huelga.



Ahora saldré a dar un paseo, sin hacer el más mínimo consumo, y a sentarme en un banco público, para reivindicar eso, lo público, y para gozar de ese sol que solidariamente sale todos los días, gratis y para todos.

Para finalizar, una cosa me entristece, el comentario del presidente Zapatero en los pasillos de las Cortes, diciendo que él iba a trabajar. El poder ejercer un derecho no quiere decir que necesariamente se esté obligado a ejercerlo.Triste que eso lo diga alguien que se define socialista.

domingo, 26 de septiembre de 2010

POR LA PALABRA, LA RAZÓN Y LA LIBERTAD


Estas palabras, pronunciadas en los actos de conmemoración del bicentenario de la primera reunión de la Cortes Constituyentes de Cádiz por Juan Carlos de Borbón, monarca constitucional español, pueden ser un buen lema que inspire una trayectoria para los que creemos en la dignidad, los derechos humanos y en la democracia.


Aquel 24 de septiembre de hace 200 años, un grupo de valerosos prohombres de diversos orígenes y clases sociales se reunían por primera vez con el loable propósito de liberar al pueblo español del absolutismo del Antiguo Régimen, que ellos ingenuamente creían que estaba representado únicamente por el invasor francés, devolviéndole así su dignidad y convirtiéndolo por primera vez en su historia en detentador de su propia soberanía.



Con esta generosa y valiente actitud trataban de incorporar a España a uno de los escasos hitos históricos (¡cuanto se abusa de este término de forma cotidiana e incluso para temas banales!) que autenticamente se dieron en la historia de Occidente. Esa modernidad que comenzó a fraguarse en las décadas finales del siglo XVIII con el esplendor de un humanismo racionalista y científico y que se decantaría en los constitucionalismos franceses y norteamericanos que nos llevarían a la defensa de los derechos humanos y (¿muy?) posteriormente a la instauración de las democracias por sufragio universal, marco fuera del cual hoy nos parece inconcebible organizar nuestros sistemas sociales, y que además tan buenos frutos reportó para las poblaciones occidentales.

Ese proceso iniciado el 24 de septiembre de 1810 fructificaría el 12 de marzo de 1812 con la promulgación de una Constitución que tendría al principio de soberanía nacional como clave que sostiene todo el arco de su desarrollo (Fdez. García,A..- La Constitución de Cádiz. 1812.- Ed. Clásicos Castalía) y al principio de la división de poderes como auténtico punto de ruptura con el Antiguo Régimen.



Desde un punto de vista emocional, permítasele a este Avisador recordar las figuras de dos asturianos cuyas intervenciones fueron claves a lo largo de todo el proceso. En primer lugar al riosellano Agustín Argüelles, cuya brillantez intelectual y dialéctica le hicieron acreedor del sobrenombre de "el divino". Baste señalar, para dar una idea de la trascendencia de sus aportaciones, que durante el periodo de los debates, cuyo comienzo ahora conmemoramos, fué el parlamentario con máximo número de intervenciones, subiendo a la tribuna en 79 ocasiones, mientras que su inmediato seguidor en tales menesteres fué el también admirable extremeño Muñoz Torrero, que lo hizo en 45 ocasiones.

El otro asturiano fué el ovetense José María Queipo de Llano, Conde de Toreno, que ya había tenido una distinguida actuación en la Junta asturiana que encabezó el levantamiento institucional contra la invasión napoleónica. Muy respetado por el resto de diputados, intervino decisivamente cuando los elementos más reaccionarios de la Regencia, en enero de ese año de 2010, trataban de retrasar e incluso paralizar la convocatoria. Junto con Argüelles defendió ardorosamente las actitudes progresistas, incluso proponiendo la incorporación de los señoríos a la nación, a pesar de que él mismo era un priviliegiado por ese sistema.




Por mor de la objetividad debemos señalar que también Asturias aportó otros diputados, como el arzobispo Inguanzo o el obispo Cañedo Vigil que lamentablemente, siguiendo una actitud de la jerarquía eclesíastica que se suele repetir con mayor frecuencia de lo deseable, se alinearon en el bando más reaccionario, defendiendo los intereses terrenales de los poderosos.

El resto de diputados de origen asturiano serían Andrés Ángel de la Vega Infanzón, Felipe Vázquez Canga, Francisco del Calello Miranda, todos ellos catedráticos de la Universidad de Oviedo, y Francisco de Sierra Llanes.

No obstante poco duraría esta ilusión de España. En Marzo de 1814 vuelve el funesto Fernando VII que el 4 de mayo del mismo año decreta ilegales las Cortes de Cádiz y la Constitución, retornando al país al obscurantismo y la sinrazón, y colaborando con la obstrucción de su modernización.



Una vez más el poder de facto, es decir el poder del dinero, utilizando como esbirros útiles a algunas instituciones laicas (la corona) y religiosas (la jerarquía) consigue imponer discursos irracionales (el origen sagrado de la soberanía) inutilizando todos los esfuerzos de progreso.

De todos modos la realidad es tozuda, y más tarde que temprano y, eso sí, con dolorosos costes en vidas humanas, las antigüos regímenes cayeron y los derechos humanos y las libertades políticas se impusieron (al menos, teoricamente)



En estos tiempos en que ese poder económico globalizado representado por las transnacionales y el "sacrosanto" mercado tratan de saltar por encima de la política y de los estados, estrujando de forma insaciable a los pueblos, utilicemos estas conmemoraciones de Cádiz no solo como actos institucionales más o menos estéticos, sino como motivo de reflexión de los orígenes de las crisis y sus posibles búsquedas de solución. La historia, además de tozuda, es cíclica e ignorarla conduce al absurdo.