domingo, 26 de septiembre de 2010

POR LA PALABRA, LA RAZÓN Y LA LIBERTAD


Estas palabras, pronunciadas en los actos de conmemoración del bicentenario de la primera reunión de la Cortes Constituyentes de Cádiz por Juan Carlos de Borbón, monarca constitucional español, pueden ser un buen lema que inspire una trayectoria para los que creemos en la dignidad, los derechos humanos y en la democracia.


Aquel 24 de septiembre de hace 200 años, un grupo de valerosos prohombres de diversos orígenes y clases sociales se reunían por primera vez con el loable propósito de liberar al pueblo español del absolutismo del Antiguo Régimen, que ellos ingenuamente creían que estaba representado únicamente por el invasor francés, devolviéndole así su dignidad y convirtiéndolo por primera vez en su historia en detentador de su propia soberanía.



Con esta generosa y valiente actitud trataban de incorporar a España a uno de los escasos hitos históricos (¡cuanto se abusa de este término de forma cotidiana e incluso para temas banales!) que autenticamente se dieron en la historia de Occidente. Esa modernidad que comenzó a fraguarse en las décadas finales del siglo XVIII con el esplendor de un humanismo racionalista y científico y que se decantaría en los constitucionalismos franceses y norteamericanos que nos llevarían a la defensa de los derechos humanos y (¿muy?) posteriormente a la instauración de las democracias por sufragio universal, marco fuera del cual hoy nos parece inconcebible organizar nuestros sistemas sociales, y que además tan buenos frutos reportó para las poblaciones occidentales.

Ese proceso iniciado el 24 de septiembre de 1810 fructificaría el 12 de marzo de 1812 con la promulgación de una Constitución que tendría al principio de soberanía nacional como clave que sostiene todo el arco de su desarrollo (Fdez. García,A..- La Constitución de Cádiz. 1812.- Ed. Clásicos Castalía) y al principio de la división de poderes como auténtico punto de ruptura con el Antiguo Régimen.



Desde un punto de vista emocional, permítasele a este Avisador recordar las figuras de dos asturianos cuyas intervenciones fueron claves a lo largo de todo el proceso. En primer lugar al riosellano Agustín Argüelles, cuya brillantez intelectual y dialéctica le hicieron acreedor del sobrenombre de "el divino". Baste señalar, para dar una idea de la trascendencia de sus aportaciones, que durante el periodo de los debates, cuyo comienzo ahora conmemoramos, fué el parlamentario con máximo número de intervenciones, subiendo a la tribuna en 79 ocasiones, mientras que su inmediato seguidor en tales menesteres fué el también admirable extremeño Muñoz Torrero, que lo hizo en 45 ocasiones.

El otro asturiano fué el ovetense José María Queipo de Llano, Conde de Toreno, que ya había tenido una distinguida actuación en la Junta asturiana que encabezó el levantamiento institucional contra la invasión napoleónica. Muy respetado por el resto de diputados, intervino decisivamente cuando los elementos más reaccionarios de la Regencia, en enero de ese año de 2010, trataban de retrasar e incluso paralizar la convocatoria. Junto con Argüelles defendió ardorosamente las actitudes progresistas, incluso proponiendo la incorporación de los señoríos a la nación, a pesar de que él mismo era un priviliegiado por ese sistema.




Por mor de la objetividad debemos señalar que también Asturias aportó otros diputados, como el arzobispo Inguanzo o el obispo Cañedo Vigil que lamentablemente, siguiendo una actitud de la jerarquía eclesíastica que se suele repetir con mayor frecuencia de lo deseable, se alinearon en el bando más reaccionario, defendiendo los intereses terrenales de los poderosos.

El resto de diputados de origen asturiano serían Andrés Ángel de la Vega Infanzón, Felipe Vázquez Canga, Francisco del Calello Miranda, todos ellos catedráticos de la Universidad de Oviedo, y Francisco de Sierra Llanes.

No obstante poco duraría esta ilusión de España. En Marzo de 1814 vuelve el funesto Fernando VII que el 4 de mayo del mismo año decreta ilegales las Cortes de Cádiz y la Constitución, retornando al país al obscurantismo y la sinrazón, y colaborando con la obstrucción de su modernización.



Una vez más el poder de facto, es decir el poder del dinero, utilizando como esbirros útiles a algunas instituciones laicas (la corona) y religiosas (la jerarquía) consigue imponer discursos irracionales (el origen sagrado de la soberanía) inutilizando todos los esfuerzos de progreso.

De todos modos la realidad es tozuda, y más tarde que temprano y, eso sí, con dolorosos costes en vidas humanas, las antigüos regímenes cayeron y los derechos humanos y las libertades políticas se impusieron (al menos, teoricamente)



En estos tiempos en que ese poder económico globalizado representado por las transnacionales y el "sacrosanto" mercado tratan de saltar por encima de la política y de los estados, estrujando de forma insaciable a los pueblos, utilicemos estas conmemoraciones de Cádiz no solo como actos institucionales más o menos estéticos, sino como motivo de reflexión de los orígenes de las crisis y sus posibles búsquedas de solución. La historia, además de tozuda, es cíclica e ignorarla conduce al absurdo.

2 comentarios:

  1. Querido avisador, palabra, razón y libertad, hermosas palabras en tiempos donde vivimos en el adormecimiento general, la falta de sentido común y el secuestro intelectual. Adormecimiento que nos convierte en seres que hibernan ante la falta de alimento en este invierno de la historia. Sinsentido producto de la ausencia de valores o ideas que aporten lógica a nuestra vida en sociedad. Y secuestro perpetrado por otros con nuestro consentimiento. Posible es que tras un cambio de ciclo por conflicto de planos, como en la cinematografía, el avance sea imparable. Chocante no deja de ser que civilización tras civilización el ser humano no aprenda a evolucionar a no ser rompiendo lo mismo que el crea. Ciclos de la vida donde se parte de la destrucción, se reconstruye de nuevo con mucha ilusión, se avanza, y posteriormente todo decae producto de la iniquidad humana, común denominador de la historia. Al final las sociedades solo crecen y están vivas cuando hay dificultades en las que todas las personas deben arrimar el hombro, y las destruimos cuando el refalfiu y el hartazgo de bienestar nos lleva a arrebatar la libertad a nuestros conciudadanos. Y no aprendemos. Chocante, pero cierto.
    Y es un poco culpa de todos cuando nosotros mismos decimos frases del tenor de: esto es así y no tiene vuelta de hoja..., si no lo hago yo lo hace otro..., vale más mirar para otro lado y no complicarnos la vida, etc...
    Mil excusas para dejarnos secuestrar, aletargar y mal gobernar. ¡Pues no! menos estatus personal basado en el dinero, la casa, el coche, las vacaciones, y el qué dirán, y más compromiso ético denunciando a los que nos quieren tontos. Más arriesgarse por el bien de terceros a costa del nuestro propio. Menos comodidad, porque lo único que debe importarnos es que, aún si nos quitan nuestras casas y nuestros trabajos, lo único que perdemos es seguridad, porque comer comeríamos igual; eso sí seríamos más dignos, más libres, y como aquellos diputados de Cádiz, un ejemplo para generaciones futuras, nuestros hijos y nietos, que ahora mismo no saben donde mirar.
    A las "armas de cada día" y ¡Qué viva la Pepa!

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  2. ¡¡¡¡Como están ustedes de inspirados queridos amigos!!!!.....resulta casi imposible intervenir en los comentarios, solamente me queda disfrutar repitiendo la lectura y enviarles un cordial saludo.
    Rafael

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